Mucha Mierda , teatro Martes, 2 septiembre 2014

La cara de estúpida de Wendy Vásquez

unnamed-45-590x393

Hacer de personajes que tienen algún problema físico o mental siempre es un riesgo.  Se puede, fácilmente, caer en el cliché, sobreactuar o caricaturizar al enfermo y volverlo todo forzado e inverosímil. La sutileza de Dustin Hoffman en Rain Man, no la encontramos en el Forrest Gump de Tom Hanks. La convicción de Daniel Day Lewis en Mi pie izquierdo no la consigue  Tom Cruise en Nacido el 4 de Julio. No es fácil. Hay que construir una limitación desde la perfección o la salud del actor, y el límite entre lo conmovedor y la banalidad puede perderse con facilidad.

Wendy Vásquez, vamos a decirlo de una vez, lo logra con creces con su interpretación de Dora, en la obra Las neurosis sexuales de nuestros padres, que está terminando temporada en la Alianza Francesa. Dora es una muchacha que debido a sus problemas neurológicos o psiquiátricos ha vivido dopada buena parte de su vida. Su madre, cansada de verla tan sin vida, tan marchita, decide suspenderle los medicamentos y Dora se transforma en un personaje juvenil, fronterizo, con conciencia clara de lo que le ocurre pero con una ingenuidad infantil que seduce y a la vez horroriza. Dora va transformándose no solo en una mujer capaz de confesarle a su madre que los cuentos que le leen la aburren o que odia usar pantalones, sino que con el pasar de los días, y ya libre de tanto psicofármaco, descubre en sus instintos sexuales un placer que la reconforta y que la hace sentir querida. “Siempre estoy triste menos cuando tiro”, dice una Dora a la que Wendy Vásquez dota de un rostro estúpido, bobo,  que enternece por su inocencia y horroriza por su falta de censura.

El acierto en la complejísima y durísima interpretación que Wendy Vásquez hace de este ser entrañable, es que conforme Dora se va volviendo más “salvaje”, mientras más lucha por ser libre y satisfacer sus instintos; su entorno, supuestamente sano, supuestamente cuerdo, que intenta reprimirla, resulta enfrentado a sus propias contradicciones y a su propia disfuncionalidad. Los padres no pueden disimular su falta de amor hacia ella, el novio no puede evitar usarla y maltratarla, el médico juega a tratar de ser pedagógico, su patrón la educa como una mascota. Pero cada vez que Dora hace una pregunta perfectamente lógica pero incómoda, cada vez que confiesa un deseo, cada vez que se levanta el vestido y pide que se la tiren todos se horrorizan. Todos la miran como un monstruo incapaz de disimular su necesidad de afecto. Su desesperación por ser querida. Todos se asustan de su vitales ganas de sentir un orgasmo, porque no entienden que para ella el placer se parece a la felicidad y la felicidad al cariño.

Wendy Vásquez es Dora durante más de dos horas en Las neurosis sexuales de nuestros padres y nosotros somos la mamá, el verdulero, el novio, el doctor, el papá. Nosotros somos ese entorno racional, controlado, donde la diferencia estorba y la sinceridad abruma. Wendy Vásquez construye a Dora, a la elemental Dora, mientras nosotros nos descubrimos reprimidos, hipócritas y egoístas . Descubrimos que nos hemos transformado en seres “normales”  que buscan encajar en una sociedad en la que no se nos puede notar que queremos un abrazo, que deseamos un orgasmo, que estamos desesperados por encontrar a alguien que nos mire y que simplemente nos quiera.